Autor: Pedro Jorge Velázquez
El Crimen de Barbados se proyecta. No se detuvo en 1976 ni en una o dos décadas después. No es un recuerdo, sino un dolor nuevo. No se queda en la página del libro de Historia ni en un monumento. No es un fecha ya, sino una marca, un tatuaje. No es el pasado, sino el pesar de siempre.
Son 73 cuerpos los que hoy reviven en nosotros, se pegan al sudor, se montan sobre nuestros hombros como espíritus paranormales. Nos pesa el crimen, nos lastiman esas lágrimas de madres que lloraron como si les hubiesen arrancado la vida misma, nos asquea saber quiénes fueron, quienes rieron diciendo que eran «unas negritas», quienes quedaron impunes. Nos asquea. Nos revienta.
Pero también nos une, quiero pensar que nos une como pueblo ese dolor eterno. Por ello hoy sentí pena mientras buscaba ansioso aunque sea una referencia en varios medios no estatales que consumo y no encontré. Nada encontré. ¿En qué momento decidimos que era algo «trillado»? ¿En qué punto nos olvidamos o dejamos simplemente pasar esta fecha, dejamos pasar a esos cubanos asesinados, a esas familias destruidas?
Quiero pensar que fue una casualidad, que en eso no estamos divididos, que nos palpita y que en el próximo lo recordarán, que todos sentimos las mismas heridas y vemos en nuestras pieles las mismas largas cicatrices desde 1976. Quiero pensar que el avión de Barbados vuela todos los días en nuestro cielo y que los 73 asesinados caminan entre nosotros para recordarnos lo que puede sufrir un pueblo entero cuando se ama de la forma que nosotros amamos a los nuestros.
